Traducción de: Karen Villarreal
Mateo 6:32
El Señor Jesús, como el gran maestro, está instruyendo a sus discípulos en la doctrina de la divina providencia, y enseñándoles a ejercitar la fe en Dios. Él les dice que Dios alimenta a los cuervos, y viste a los lirios—y por lo tanto, Él no descuidará, o rechazará alimentar y vestir sus hijos redimidos.
Él hará que ellos actúen como Sus hijos. Hijos que ven al Altísimo Dios como su Padre. Hijos que dependen absolutamente de Él. Hijos que le buscan a Él para todo; y que esperan que Él les supla todo. Esta es nuestra posición. Este es nuestro privilegio. Si, este es nuestro deber. La ‘Preocupación’ nunca se ajusta al hijo de Dios. La ansiedad es nociva para nosotros. La ansiedad deshonra a nuestro Padre celestial. Él conoce nuestras circunstancias. Él no olvidará su relación con nosotros. No es posible que nos dé una razón para quejarnos de Él, ni reflejará una mala imagen sobre Si Mismo. Por unos momentos miremos a la:
La RELACIÓN:
Dios es nuestro PADRE. Él nos ha adoptado por su gracia. Éramos huérfanos por naturaleza, en lo que a una relación espiritual se refiere. O, para ser más precisos –si teníamos un padre – ¡era el diablo! Jesús dijo, “¡Vosotros sois de vuestro padre—el Diablo!” Juan 8:44. Estábamos en una condición abatida y terrible.
Pero en Su infinita misericordia, para la gloria de Su propia gracia gratuita –Dios nos adoptó, nos colocó en medio de sus hijos, ¡y así cambió ambos, nuestro estado y condición! Él nos regeneró por su Espíritu Santo, y así nos dio una nueva naturaleza; para que tengamos no solo un nuevo nombre y lugar entre sus hijos –sino para que poseyéramos su naturaleza también. Vida fue impartida a nuestras almas. Luz fue derramada en nuestros entendimientos. Deseos por Dios brotaron dentro nuestro. Convicción de pecado nos traspasó.
Demandas de la ley una vez nos aterraron. Temores del infierno una vez nos acosaron. Satanás una vez nos acosó y angustió. Pero al fin Jesús fue revelado a nosotros. El trono de la gracia fue develado ante nosotros. Nos acercamos al propiciatorio. Rogamos por perdón. Cosechamos reconciliación. Fuimos acercados a la Divina Majestad. Dios fue revelado en Jesús. El Espíritu de adopción tomó posesión de nuestras almas. Clamamos, “¡Abba Padre!” Fuimos reconocidos como hijos de Dios. El amor de Dios fue derramado ampliamente en nuestros corazones. La paz de Dios tomó posesión de nuestras conciencias. Sentimos que habíamos pasado de muerte a vida. Creímos el amor que Dios tenia por nosotros. Fuimos persuadidos internamente de que Él era, de hecho, nuestro Padre. Fuimos felices. Sentimos que todo estaba bien con nosotros.
Si esta experiencia siempre siguió con nosotros –luego duda, temor, o ansiedad jamás podrían preocuparnos o angustiarnos. ¡Sino que un cambio vino a nosotros!
El mundo nos influenció.
Satanás nos engañó.
Nuestros propios corazones eran falsos y débiles.
Sin embargo la relación permaneció. ¡Todavía tenemos un Padre a quien le importamos! Y como el cielo está muy por encima de la tierra, así mismo la relación de Dios excede toda relación humana. Tener a Dios por nuestro Padre – ¡es la cúspide de la bienaventuranza, es el privilegio coronador!
Nada puede exceder esto, pues su amor es infinito, y abraza a todos Sus hijos. Su amor no puede cambiar, pues eso implicaría un cambio en su naturaleza. Pero El dice, “¡Yo soy el SEÑOR –Yo no cambio!” Todo fuera de la Divina naturaleza cambiará. Pero el SEÑOR mismo ama su pueblo –y como Su naturaleza no puede cambiar –tampoco lo hace su amor.
Sus recursos son ilimitados –y El suple a todos sus hijos. Ellos nunca son enviados a otro cuartel por suplementos –sino que siempre son ordenados para venir a su Padre por todo lo que necesitan. “Del SEÑOR es la Tierra y su plenitud.” “Los cielos son los cielos del –SEÑOR.”
Su compasión es exquisita, y él simpatiza con todos sus hijos. “Como el padre se compadece de los hijos –Se compadece el SEÑOR de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.”
Su conocimiento es perfecto, por lo tanto él está familiarizado con todos ellos. “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” Él sabe exactamente donde esta cada quien –y sabe cada uno de sus anhelos, males y deseos. “Porque los ojos del SEÑOR contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.”
Su poder es omnipotente –y los protege a todos. Él dice, ¡Nadie los arrebatará de mi mano! ¡Yo soy tu Dios que te esfuerzo! siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Su naturaleza es incomparable –y su pacto es seguro; por lo tanto Él estará con nosotros, y obrará por nosotros – ¡todo eso Él nos ha prometido!
La historia de las Escrituras despliega el amor de Dios también, y el método con el que él lidia con Sus hijos. Él es “¡el mismo ayer, hoy –y por siempre!”
¡Qué misericordia –tener un Padre –y tal Padre!
¡Qué asombrosa bendición –tener a Dios por nuestro Padre en un mundo como este, en tiempos como estos!
¡Qué Consuelo –alzar los ojos al Alto y Sublime que habita la eternidad –y regocijarnos en que Él tiene el corazón de un Padre –y que Su corazón late con amor indecible para mí!
¡Qué aliento –ser capaces en medio de las pruebas, problemas, tentaciones, perdidas, cruces, decepciones, y vejaciones –mirar hacia mi Padre celestial y decir, “Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece!”
Déjame entonces considerar,
La CONSOLACIÓN con la que el Salvador trata a sus hijos:
"¡Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas!” Él nos creó para que dependiéramos de Él. Él nunca quiso que nosotros fuéramos auto-suficientes o independientes. Él nos puso donde fuéramos dependientes de Él.
El hombre tiene necesidades – ¡y necesita mucho!
¡Pero el hombre como pecador tiene que tener muchas necesidades!
Dios nos creó como hombres – ¡y él permitió que nos hiciéramos pecadores! Y luego (¡Oh, maravillosa gracia!) ¡Él nos tomó, adoptó, y nos hizo sus hijos! Ser dependientes de él, es por consiguiente, natural. Necesitar las muchas cosas que necesitamos –prueba que somos pecaminosos. Ser puestos en circunstancias donde todas nuestras necesidades son suplidas –es sobrenatural. El pecado cría ansiedad, y nuestro clemente Padre celestial nos ofrece que echemos todas nuestras cargas sobre Él, asegurándonos que Él se preocupa por nosotros.
¡Su OJO está siempre sobre nosotros! Su ojo es Paternal, que siempre está presto, y siempre afecta su corazón. Él ha fijado sus ojos sobre nosotros para bien. Su ojo está siempre sobre nosotros –fijado inmediatamente en nosotros.
Su OÍDO capta cada suspiro, cada gemido, ¡nuestro deseo! Siempre está abierto a nuestro llanto. Él nos escucha –como uno que esta tierna y profundamente interesado en nosotros. Él conoce cada una de nuestras necesidades – ¡y él tiene la intensión de suplirnos!
Nuestro Padre celestial ha determinado por siempre –que ninguno de sus hijos carecerá de ningún bien –y que él no les retendrá ningún bien.
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. “Mateo 6:31-32
Nuestro Padre celestial tratará nuestra fe. A menudo él dice en sus tratos con nosotros, “¿Puedes confiar en mí? ¿Puedes dejar este asunto en mis manos? ¿Me puedes dar tiempo? ¿Confías en que yo trataré con bondad, veracidad, y constancia contigo?”
Nuestro padre Celestial hará que oremos. ¡El ama escucharnos! Y cuando a nosotros nuestras oraciones suenan como un confuso parloteo –ellas son claras y agradables a Él.
Él, al dejarnos esperando –enaltecerá el valor de la bendición. Aquello que se obtiene fácilmente –es a menudo poco valorado. Pero aquello que nos cuesta gemidos, suspiros, oraciones, lágrimas, y esfuerzo –es mucho más valioso. Por lo tanto es –que nos mantiene esperando, vigilando, y clamando por la bendición. Dios no está reacio a otorgar –pero él nos enseñará a valorar y apreciar sus dones.
Dios desplegará su sabiduría –promoviendo el eterno bienestar de Sus hijos. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Siempre son profundamente sabios; y su sabiduría en el final se mantiene insigne y gloriosa en sus tratos paternales con todos sus hijos.
Amado, si Dios es nuestro Padre –él nos castigará.
¡Lo necesitamos!
¡Lo merecemos!
¡Debemos vivirlo! “¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” Hebreos 12:7
Él nunca ha tenido un solo hijo al que no haya castigado, porque nunca ha tenido un hijo, que no merecía el castigo.
Pero él mezclará misericordia con cada aflicción. Como el azúcar que en nuestro te –permanece a veces en el fondo, ¡y necesita ser agitada!
Pero siempre hay misericordia ahí. Una copa de ira sin mezclar fue puesta en las manos de Jesús --¡para que tal copa no sea puesta jamás en nuestras manos!
¡Hay dulzura en la copa más amarga que nuestro Padre nos da! ¡Busquemos pues el azúcar –mientras sorbemos la porción amarga!
Él tomará el significado de nuestras oraciones –si, de nuestros gemidos, suspiros y lagrimas! “Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?” Salmo 56:8. ¿Quién entiende a un hijo –como su padre? Especialmente el padre que está siempre con él. Nuestro Padre celestial nos entiende –no tiene necesidad de un intérprete. El nunca nos pide que nos acerquemos a Él –mediante un sacerdote humano, o un santo, o la Virgen María. El dice, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia.” “Ven sólo. ¡Ven cuando lo desees! Ven por todo lo que necesitas. Siempre te entenderé. Seguramente te escucharé. ¡Ciertamente te bendeciré!”
Jesús está siempre ante su Padre por nosotros –vive siempre hacienda intercesión por su pueblo. Jesús es el medio a través del cual nuestro Padre nos mira, nos ama, y conversa con nosotros. No tenemos necesidad de ningún otro. Mancilla el amor del Padre, y la suficiencia de nuestro Salvador emplear otro mediador. Renunciemos a todo sacerdote menos a Cristo Jesús. Rehusémonos a ir a Dios a través de otro mediador que no sea Jesús. Regocijemos en que nuestro Padre lee nuestros corazones, entiende nuestro lenguaje, y concederá nuestras peticiones –siempre que sean consistentes, con su gloria y nuestro bien. Él prevendrá a Satanás de que prevalezca en nuestra contra. ¡Nuestro Padre celestial nunca permitirá que ese león rugiente devore a alguno de sus hijos! ¡Esa serpiente antigua nunca destruirá uno que tiene su nombre en el registro de la familia de Dios!
Si Dios es nuestro Padre, debemos depender en su providencia. Es particular y minuciosa. Nombra los cabellos de nuestra cabeza. Sobreentiende todas nuestras preocupaciones.
Si Dios es nuestro Padre, debemos someternos pacientemente a toda su voluntad. Su voluntad es amor. Lo que Él haga, o permita que sea hecho –Él lo usará para nuestro bien. En la prueba más grande, bajo aflicciones sobrecogedoras, Él dice, “Estad quietos –y conoced que yo soy Dios.” Descansemos pues a Sus pies –cuando no se nos permita poner nuestra cabeza en su seno. Estemos callados delante de Él –cuando no podamos ver el resultado de sus dispensaciones, o su bondad en permitirlas.
Si Dios es nuestro Padre, debemos gozosamente obedecer sus mandamientos. Su apóstol nos aseguró que, “sus mandamientos no son gravosos.” Ellos podrán interferir nuestras inclinaciones. Podrán ser contrarios a nuestros caprichos, deseos, u opiniones preconcebidas; pero si nuestros corazones están bien, no serán gravosos. El solo hecho de ellos fluyan del amor de un Padre, y sean respaldados por la autoridad de un Padre – ¡debe ser suficiente para hacer que gozosamente los obedezcamos!
Si Dios es nuestro Padre, debemos pacientemente permanecer en nuestras pruebas, cargar nuestra cruz, y demostrar con nuestra conducta –que estimamos indecible misericordia tener un Padre –y tal Padre. Un Padre, que conoce nuestras necesidades, y provee para ellas, y en su propio tiempo las suplirá. Un Padre, que conoce nuestros deseos, y, tanto cómo Su gloria los permita, los satisfará. Un Padre que nos ama, nunca nos dejará –sino que cuida constantemente de nosotros. Un Padre, que desea que seamos libres de toda preocupación, que echemos todas nuestras cargas sobre él, que dejemos nuestros problemas a Él, y le confiemos con todo lo que estimamos de valor por el tiempo y la eternidad.
Oh, pecador perdido --¡no tienes tal Padre! ¡Eres ahora un pobre huérfano sin amigos! Pero la puerta de la misericordia está abierta. El trono de la gracia es accesible. Dios aun admite a los pecadores a su presencia, y coloca penitentes sinceros entre sus hijos.
Oh, ¡apóstata! Has dejado la casa de tu Padre, has blasfemado el nombre de tu Padre, has contristado el corazón de tu Padre. Fuiste feliz una vez –pero eres infeliz ahora. Tu Padre está llamándote para regreses. Él espera ser afable contigo. Él te recibirá clementemente, te amará gratuitamente. Vuelve al trono de tu Padre, confiesa tu pecado, suplica por perdón, apela a la misericordia –y pronto, muy pronto, ¡te estarás regocijando en el amor inconmovible del Padre!