Fortaleciendo su fe
Jorge Müller insistía que él no tenía un don particular de fe, aunque sí reconocía que la fe es un don. Él animaba a todos los creyentes a que probaran a Dios. Sus opiniones en cuanto a cómo fortalecer la fe eran las siguientes:
"Puesto que la fe es un don, uno lo tiene que pedir. 'Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces...' (Santiago 1 17). La fe es fortalecida al leer cuidadosamente la Palabra de Dios y meditar en ella. Esto te enseñará que, aparte de ser un santo y justo Dios, Él es un Dios cariñoso, amante, benigno, soberano, misericordioso, potente, sabio y fiel, no solamente hábil para suplir nuestra necesidad, pero deseoso de cumplirlo.”
"Es necesario mantener un corazón recto y una buena conciencia. No debemos evitar las pruebas por las cuales nuestra fe recibe fortaleza. En tiempo de prueba, no debemos buscar por nuestras propias fuerzas la liberación, más bien debemos esperar a Dios y la liberación que viene de Él.”
¡Edificando!
Desde el tiempo que se abrió la primera casa, de 1835 a 1845, los orfanatos operaron en casas alquiladas en la calle Wilson. Entonces, en 1845, uno de los residentes de la calle Wilson cuidadosamente le mencionó a Jorge que era incómodo, para algunos de los vecinos, tener tan gran número de niños viviendo en su calle.
Jorge hizo de esto un asunto de oración y anotó las razones por las cuales el orfanato debía quedarse allí y las razones por las cuales se debían cambiar. Una gran consideración era la "regla de oro": "Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos... (Mateo 7:12). Jorge sabía que él mismo encontraría difícil vivir cerca de tantos niños, a causa del ruido que hacen durante su tiempo de juego. Además, a veces los problemas en el drenaje, que ocasionaba la gran cantidad de niños que vivían en la casa de los huérfanos, afectaban a los vecinos.
Otros puntos a favor de cambiarse eran que: (1) no había espacio adecuado para que los niños jugaran; (2) no había lugar donde los varones aprendieran a cultivar un huerto; (3)ya no había lugar adecuado para lavar la ropa, y sería bueno si las niñas pudieran tener la oportunidad de aprender a lavar; (4) cuando había enfermos, no había algún cuarto desocupado para enfermería; y (5) había una lista de huérfanos quienes querían venir, pero no podían por falta de espacio adecuado.
Considerando todas las cosas, Jorge llegó a la conclusión que debía edificar su propia casa. Él sintió que Dios quería probarle una vez más que Él era suficiente para proporcionarle la cantidad de dinero necesario que esta obra iba a requerir. Jorge sintió que debía construir algunas casas para hospedar a 300 huérfanos, más del doble de la cantidad que ahora tenía bajo su cuidado, los cuales eran 130.
Fue así como Jorge y su esposa comenzaron a orar cada mañana para que Dios supliese de los fondos: unas 10.000 libras esterlinas para comprar el terreno y hacer la construcción. Durante 35 días oraron, pero ni una libra fue dada para el edificio. Luego, Jorge se sintió movido a pedirle al Señor la fe y la paciencia para el proyecto de edificar el orfanato.
Después de treinta y seis días de oración, recibieron un regalo de 1.000 libras para el edificio. Un arquitecto cristiano ofreció sus servicios para hacer el plano y supervisar la construcción, sin cobrar por sus servicios. Jorge sintió que no debía notificar al público de su necesidad ni de buscar fondos; pero sí esperar en el Señor con fe y paciencia, para que el Señor supliera. Él quería que Dios mismo lo hiciera, usando su humilde siervo como medio.
Ashley Down
Después de orar durante tres meses seguidos, Jorge comenzó a buscar un terreno. Encontró unos lugares buenos, pero demasiado caros. Luego, oyó de un terreno en Ashley Down, y le pareció que era lo que buscaba. Fue a ver al dueño, pero no lo pudo encontrar, ni en la casa y ni en la oficina. Le dejó un recado acerca de su propósito, pero sintió que era del Señor el no haberlo podido encontrar ese día. Cuando vio al dueño el siguiente día, supo que el dueño, cuando recibió el recado, se quedó despierto esa noche durante dos horas, pensando a qué precio debía vender el terreno para el orfanato, y determinó venderlo a 120 libras por acre, en lugar del precio de 200 libras por acre que había pedido.
Al mismo tiempo que había esperado en el Señor por fondos para edificar el nuevo orfanato, con la provisión del Señor fue capaz de continuar supliendo a cuatro escuelas privadas con 278 niños inscritos; a una escuela dominical; y a una escuela para adultos. Biblias, Nuevos Testamentos y tratados se consiguieron y repartieron, y más de 595 libras esterlinas fueron dadas para las misiones en el exterior y las locales. Hasta 150 niños cuidaban a la vez. Algunos de los huérfanos se convirtieron y fueron añadidos a la iglesia, al igual que algunos adultos. Un gran gozo para el Señor y la Señora Müller en este tiempo fue que su hija recibió a Jesucristo como su Salvador. Durante 18 meses habían orado por esto.
Era gran gozo para Jorge que Dios le confiara los crecientes fondos para los misioneros de dentro y fuera del país. Él quería ayudar a aquellos que no tenían un salario regular, dándose cuenta que vez tras vez su ayuda financiera había llegado a los misioneros en un tiempo de gran necesidad, y a menudo llegó cuando ellos no tenían nada de dinero. Algunos de los que él ayudaba habían sido previamente hombres de bastante comodidad, pero habían dado todo por seguir a Cristo o todo les había sido quitado por la causa de Cristo.
Jorge también ayudaba a estos hermanos, orando por ellos. Él no dudaba que la fe de estos escogidos siervos de Dios fuera reforzada cuando vieran como Dios les suplía en tiempos de apuro y necesidad. Esto hizo que, más y más, él pidiera a Dios por fondos para ayudarles. Jorge puso diligencia en usar los fondos designados para los misioneros, usándolos solamente para ese propósito, no importaba qué tan escasos estaban los fondos de sus otros ministerios.
Los precios suben
Una vez, pidiendo al Señor por las urgentes necesidades de los huérfanos, cuando la caja estaba vacía, él escribió: "¡Qué bendición es poder acudir al Dios Viviente! ¡Especialmente precioso es conocerlo en este tiempo de tremenda escasez! En este tiempo, para hacer la comida de los huérfanos, las papas están muy caras. El arroz que usamos, en lugar de las papas, cuesta el doble de lo acostumbrado, y la avena, aún más del doble, y el pan subió la mitad sobre su costo.”
"Pero las riquezas de Dios son igualmente grandes como siempre. Él sabe que nuestros gastos son enormes. Él sabe que un poco de dinero no basta en estos días, cuando las provisiones son tan caras, pues son casi ciento cincuenta personas para las cuales tenemos que proveer, incluyendo maestros y aprendices. Mi alma está en paz..."
De este tiempo del alza de precios, él escribió: "Es el tiempo oportuno cuando la vista cesa, para que la fe empiece a funcionar. Entre más grandes son las dificultades, más fácil es la fe. Mientras haya esperanza en prospectos naturales, la fe no obra tan fácilmente como cuando todas esas perspectivas naturales fallan.”
"Es cierto que durante el tiempo de carestía, nuestros gastos eran considerablemente más grandes de lo acostumbrado; también es verdad que muchas personas, que de otra manera hubieran dado, no les fue posible o dirigían sus fondos sobrantes a otras direcciones... el oro y la plata son del Señor. A Él hicimos nuestras oraciones. En Él confiábamos. Y, Él no nos desamparó. Porque pasamos tan fácilmente éste invierno como cualquier otro invierno, desde que esta obra comenzó. No podía ser de otra manera; porque Dios tuvo en este mismo tiempo una oportunidad especial para demostrar que tan bueno es confiar en Él.
"Busca, amado lector, más y más en el depositar tu confianza en Él para todo lo que se refiera a tu vida, y llegarás a reconocer que es muy precioso hacerlo."
Sin duda alguna, que el pensamiento se le turbó con la idéa de que si él era tan pobre cuidando 150 huérfanos, ¿debía él seguir adelante con los planes de edificar y acomodar a 300 huérfanos? Pero vio que las luchas presentes eran solamente una prueba de la fe. Aunque los gastos nunca habían sidos tan grandes, tampoco los regalos que estaban llegando habían sidos tan grandes. "Le será fácil al Señor suplirme con todo lo necesario que requiera la obra, cuando se abra la Casa de Huérfanos, de igual modo que ahora le es fácil darme lo que necesito en estos momentos; aunque los gastos sin duda vendrán a sobrepasar por dos mil quinientas libras al año a las necesidades presentes". Así pensaba Jorge.
Él se deleitaba en las señales de la minuciosa atención de Dios en cuanto a sus necesidades. Por ejemplo, alguien les escribió que por un tiempo tuvo una cantidad de dinero guardado en una gaveta, con las intenciones de mandarlo, pero después sintió mandarlo sin tardar más; y, al recibirlo, se probó ser exactamente la precisa cantidad que se necesitaba para ese tiempo.
Aparte de los afanes financieros de la obra, Jorge también tenía que considerar a los niños que a veces se enfermaban, y en algunos casos parecía que no se sanarían por completo; pues, permanecían enfermizos y necesitaban cuidado extra, y sabiduría tocante a su salud.
Además, los niños mayores necesitaban lugares para servir como aprendices. Y, a veces alguno de los trabajadores de los orfanatos tenía que irse, y le tocó a Jorge buscar a otro para reemplazarlo. No era cosa fácil encontrar trabajadores que fueran adecuados, que sirvieran por amor a Dios y no por recompensa, y que estuvieran listos para aguantar las pruebas y difíciles circunstancias que a veces se enfrentaban.
Él mismo tuvo que mantener el balance entre el servir a sus trabajadores - colegas y mantener el lugar de responsabilidad que Dios le había dado como jefe de la obra. Muchas eran las necesidades de Jorge, las que llevaba al Señor y esperaba en Él por ellas. "Estoy en continua necesidad", tuvo que decir.
Pero, a pesar de todas estas necesidades, pudo escribir: "No encuentro que la vida en conexión con este trabajo sea solamente una vida de pruebas, sino una vida de mucha felicidad. Es imposible describir la abundancia de paz y la suprema alegría que frecuentemente ha fluido a mi alma por medio de las respuestas frescas que he obtenido de Dios, luego de esperar en Él por ayuda y bendición; y, entre más tiempo necesitaba esperar en El o entre más grande fuera mi necesidad, más grande fue el gozo cuando llegó la respuesta, que frecuentemente fue de una manera asombrosa, para hacer así más manifiesta la mano de Dios... No estoy ni siquiera en lo más mínimo, cansado de esta manera de vivir."
Mientras que Jorge supo que Dios oía sus oraciones en cuanto a la necesidad de los fondos para la construcción, dijo: "También sé que Él se deleita en ser seriamente solicitado (Ezequiel 36:37), y que se encanta en la importunidad, o sea, en la oración continua que tan claramente se hace patente en la parábola de la viuda y el juez injusto (Lucas 18:18)'.
Así que, vez tras vez, Jorge oraba a Dios para que Él le supliera de los fondos para las nuevas casas de huérfanos. Su fe no se disminuyó. Tenía confianza que a su tiempo, Dios supliría. Días se convirtieron en semanas y meses, mientras Jorge seguía esperando en Dios por las finanzas necesarias para los edificios. Sus oraciones se convirtieron y fueron caracterizándose por ser fervientes, porque sentía la necesidad, por el amor a los vecinos y a los niños, de comenzar pronto a construir. Además, la lista de huérfanos que querían entrar en el orfanato estaba creciendo.
Jorge se había propuesto a no comenzar a comprar la propiedad y edificar la casa hasta que el dinero llegara. Por fin, después de 607 días de buscar a Dios a diario, llegó la cantidad necesaria y pudo comenzar el trabajo. Más de once mil libras le habían llegado, en respuesta a sus oraciones.
Cuando la casa estaba casi terminada, fondos adicionales comenzaron a llegar. Esos se necesitaban para comprar ropa y artículos personales para los huérfanos adicionales que iban a venir: Sumarían 300 en lugar de los 150 actuales. Cuando se trasladaron a las casas nuevas, había suficiente para los gastos adicionales, aparte de una buena cantidad para cubrir los gastos que tenía que ver con el cuidado de la casa.
Al tiempo que Jorge se estaba trasladando a las más amplias casas, una epidemia de cólera afectó el país, y Jorge se vio obligado recoger a 26 niños que habían perdido a sus padres por la epidemia. Más tarde, se recibieron más niños a razón de la misma causa.
Al mismo tiempo que los gastos del orfanato se aumentaban, Jorge tuvo el privilegio de ministrar a más misioneros sin salario. Y, ¡que gozo fue para él enterarse que esos misioneros tenían ministerios muy fructíferos en ese mismo tiempo!
La segunda casa de huérfanos
Apenas acababan de abrir el nuevo orfanato con capacidad para 300 niños, cuando Jorge comenzó a pensar en otra casa para poder acomodar a 700 niños más, sumando todos 1000 huérfanos. Para comenzar esto, él necesitaba saber la voluntad de Dios, y creía que estaba en buena posición para conseguir esa voluntad de Dios. Escribió:
"La quietud de mente, la condición de no tener nada que ver con mi propia voluntad en el asunto, el tener que ver solamente con el deseo de complacer a mi Padre celestial en esto, el buscar únicamente Su honor y no el propio; en tal condición de corazón consiste para mí en la plena seguridad, que mi corazón no está bajo el estímulo carnal, y que sí recibiré ayuda en esto para poder seguir adelante, conoceré la voluntad de Dios en su plenitud... Para mí, el punto principal en todo este asunto es que el Señor sea honrado. A través de la ayuda de Dios, seguiré esperando en Él, en oración en cuanto a este asunto, día a día, hasta que Él me diga que actúe."
Cuidadosamente, Jorge hizo una lista de las razones que respaldaban la idea de abrir otra casa, y las razones en contra. Una importante consideración fue la de que había 6000 huérfanos encarcelados, únicamente por el hechho de no haber otro lugar para ellos. Estaba en su corazón, no únicamente los propósitos de salvar a los huérfanos de la cárcel y ayudarles a llevar una vida honorable e industriosa en este mundo, sino también el de ganar sus almas para el Señor.
Después de ocho semanas de oración y deliberación, consiguió la paz en su corazón y el gozo espiritual, en cuanto a la idea de agrandar el orfanato. Creyó que sería mejor mantener en secreto el asunto delante del Señor, sin siquiera decirle a su esposa, y continuar orando, para que fuese guardado de errar o de ser engañado. Mientras que buscaba al Señor, orando a solas, en cuanto al asunto, toda incertidumbre desapareció. Sin embargo, resolvió a no comenzar la construcción hasta que el Señor mandara las 35 mil libras que iba a necesitar para la construcción del nuevo edificio.
Jorge creyó que fue un punto de gran importancia, el de "no estar ansioso del mañana, ni andar gastando escasamente [por las necesidades, no para las vanidades], a razón de la posibilidad de no tener lo suficiente para las necesidades futuras, las cuales quizás nunca vendrían; pero solamente considerar que el momento presente es nuestro para servir al Señor, y que el mañana, tal vez, no vendría...".
Cuando él anunció al público acerca de edificar el segundo orfanato, ofrendas pequeñas comenzaron a llegar —regalos de un chelín, dos chelines, tres chelines— de veras, un comienzo pequeño. Pero no se desanimó.
Después de 19 meses de esperar en Dios para los fondos necesarios, Jorge se puso serio en pedir a Dios por donaciones más cuantiosas, pues hasta entonces, había recibido sólo cantidades pequeñas. ¡Qué grande fue su alegría cuando recibió un regalo, dado por varios cristianos, sumando más de 8.000 libras! Respecto a esto, escribió:
“¡Mira qué precioso es el esperar en Dios! ¡Mira cómo los que le confían no son confundidos! Su fe y paciencia pueden ser probadas fuertemente y durante mucho tiempo, pero al fin, es cierto que se verá que los que honran a Dios, Él los honrará, y no permitirá que ellos sean avergonzados. La cantidad fue inmensa, y mientras ella fue usada para refrescar mi espíritu, no fue, ni en lo más mínimo, una sorpresa para mí, porque espero grandes cosas de parte de Dios...".
Reglas para la oración
"Somos recompensados ricamente, esperando en Dios," aconsejó Jorge. "Tú puedes ver cómo Él, en Su corazón, está listo para oír las súplicas de sus hijos, los que confían en Él… Pero, para poder recibir las respuestas a tus oraciones, necesitas exponerle tus peticiones a Dios, basadas no en tus propios méritos, sino solamente en los méritos del Señor Jesús, como base de aceptación delante de Dios por tu persona, oraciones, labores y por todo lo demás.”
"De igual modo, para que tus oraciones sean contestadas es necesario que las cosas que le pides a Dios, sean de la clase de cosas que Dios puede dar, porque conllevan su honra y tu propio bien... Por último, necesitamos continuar en oración hasta que se nos conceda la bendición.”
"No es suficiente el solo comenzar a orar, ni el mero orar correctamente; ni tampoco es suficiente orar de continuo sólo por un tiempo no más; más bien, debemos continuar pacientemente, creyendo y orando, hasta que se obtenga la respuesta. Y aun más, no solamente debemos orar hasta se realice lo que pedimos, sino que también tenemos que creer que Dios nos oye, y que contestará nuestras oraciones. A menudo fallamos en el no continuar en oración hasta que se obtenga la bendición, y en no esperar la bendición. Cada vez que todos estos aspectos se cumplan en una persona, seguramente que se cumplirán las respuestas a sus peticiones".
Jorge vendió los trapos y aun los huesos de los animales que se acumulaban en la casa. Dijo: "Como administrador de dinero del público, creo que es razonable que aun estos artículos sean cambiados por dinero. Tampoco podemos esperar respuestas a nuestras oraciones, sabiendo que se ha permitido pérdida alguna en relación con este trabajo. Puesto que recibimos de Dios el dinero en respuesta a nuestra oración, nos conviene usarlo sabiamente".
En el año 1852, Jorge experimentó la más dura prueba de fe que había enfrentado. Su única y amada niña se enfermó de tifus. Durante un tiempo, pareció que ella no viviría más. Después de su esposa, su hija era el tesoro terrenal más amado; pero él se guardó en paz, porque creía que si el Señor se la llevaba, sería para el bien de ella y de sí mismo, y para la gloria de Dios. Después de muchos días, Dios le restauró la salud.
Considerando el edificar más casas, le pareció mejor que en lugar de edificar una única segunda casa grande para el orfanato, edificaría, en el mismo terreno donde estaba la primera, otras dos casas más, capaces de acomodar a 1000 niños entre las tres. ¡Qué gozo hubo cuando en 1857 se inuguró la segunda casa!
En cierta ocasión, la caldera que se usaba para calentar la primera casa, estaba goteando. Fue a comienzos del invierno, y un recio viento frío comenzó a soplar del norte. Luego de suficiente consideración y oración, Jorge oró y le pidió al Señor que cambiase el viento del norte por un calmado viento que vieniera del sur, y, que les diese a los trabajadores el denuedo para trabajar y hacer las reparaciones lo más pronto posible. El día que tenían que apagar el fuego de la caldera, el Señor mandó un viento calmado. Los trabajadores decidieron trabajar toda la noche, y las reparaciones de la casa fueron hechas sin ocasionarles ningún daño a los niños, a causa del frío en los cuartos.
Movimiento del Espíritu Santo
En 1859, entre las huérfanas hubo un notable movimiento del Espíritu Santo. Sesenta y tres de las ciento veinte se convirtieron en un mes. En otra ocasión, como 200 niñas fueron movidas en sus almas, y la mayoría se convirtió. En 1866, aconteció un bendecido avivamiento, y más de 100 niños se convirtieron. En 1872, una epidemia de viruela les quitó la vida a algunos niños y también a algunos trabajadores. Esto hizo que comenzara otra obra de gracia, en la cual unos 700 huérfanos, según pareció, se entregaron al Señor
Un joven en Irlanda: Santiago McQuilkin, leyó el libro de Jorge y se impresionó mucho tocante a lo que se puede obtener a través de la fe y la oración. Fue así como reunió a unos de sus amigos para orar, y el resultado fue que decenas de miles de almas se convirtieron.
Al pasar los años, Dios prosperó a Jorge de tal manera que nunca más vio escasez de fondos. Una tercera casa fue edificada en 1862. Antes de terminar la tercera casa, se sintió guiado a edificar otra, para que una suma de 2000 niños pudiera ser acomodada. Dos casas más, la cuarta y la quinta, fueron edificadas, dando espacio para 2050 niños. Cuando fue difícil conseguir trabajadores para cuidar tal cantidad de niños, Jorge y su esposa empezaron a orar tres veces al día, en lugar de una sola vez como anteriormente lo hacían. Dios contestó sus oraciones y los trabajadores faltantes llegaron.
Los visitantes estuvieron grandemente impresionados por la limpieza y el orden en las casas, y, por la salud y la felicidad de los niños. Esto fue aún más asombroso, porque muchos de los huérfanos tuvieron padres que no gozaron de buena salud, muriendo estos en su juventud. Y muchos de los hijos heredaron sus debilidades.
Durante toda su vida, Jorge nunca tuvo terreno propio, tampoco tuvo ingresos personales en dinero o ganancias en especie, de lo cual él pudiera depender. Sus necesidades fueron provistas por creyentes que enviaban regalos, recibiendo estos solamente después de orar para que sus necesidades fuesen suplidas. Aunque era un hombre de fe y un hombre que tuvo comunión con Dios, también era un gran trabajador, y llevó a cabo obras increíbles. Se dijo de él: "Él ora como si Dios hiciera todo el trabajo, pero trabaja como si todo dependiera de él mismo".
A lo largo de los años, Jorge fue bendecido por Dios de tal manera que pudo dar cerca de tres millones de dólares a la obra misionera. Por medio de las Biblias y los folletos que distribuyó, miles de almas se convirtieron.
Jorge atribuyó el buen éxito del orfanato, incluso las casas y su ministerio en general, a su humilde esfuerzo de "hacer la obra de Dios a Su modo", buscándole solamente a Él para que fuera su guía y apoyo. Probó que hay poder en Dios, el que se aprovecha a través de la fe y la oración. Jorge pudo decir al fin de su vida, que ni siquiera una vez había pedido a otra persona dinero, ni públicamente ni privadamente: ¡solamente oraba!
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Fuente: http://www.elcristianismoprimitivo.com/jorgemuller.htm